Todo sucedía mejor de lo esperado. Nada podía distraer la mirada de Samuel del lugar al que quería llegar. Caminaba sin parar, su ritmo aumentaba o disminuía según avanzaba, pero no se detenía porque sabía que al final de su jornada, habría logrado aquello por lo que tanto habían luchado. Es que Nataniel, su compañero de camino, era su mejor aliado. Se habían conocido algún tiempo atrás. No eran iguales, provenían de distintos lugares, y a pesar de las diferencias, Samuel, encontró en su joven compañero peregrino un tutor, que poco a poco lo consolidó y le enseñó a buscar el camino correcto para llegar al lugar, que aunque no sabía, anhelaba llegar con todas sus fuerzas. Recorrieron largas y pedregosas distancias. En mas de una ocasión cayeron, uno a la vez, y no fue sino el apoyo del otro, el mejor soporte y motor para recuperar la marcha y no desfallecer en tan agitado viaje. Después de cierto tiempo de andar, llegaron a una ciudad en la región de Colquedá, que era conocida por la b...