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Felicidad comienza con FE

La felicidad es un estado en el que el alma ha alcanzado plenitud, sin embargo, en la actualidad se ha reducido a un término común, carente de sentido y es utilizado vulgarmente para expresar cuando cualquier cosa me hace sentir bien. La felicidad está de moda porque muchos se reconocen felices y lo gritan a viva voz, principalmente a través de las redes sociales.

Pero si éste término, tan conocido y tan arcano a la vez, está tan a la orden del día, ¿por qué cuándo se lo pregunta, no es posible que el interrogador y el interrogado queden satisfechos con la respuesta? Al escuchar la pregunta “¿Eres feliz?” obtendrás un “sí”, tan certero y efusivo como inmediato, pero al llegar a la siguiente pregunta “¿Por qué?” el silencio reflexivo y la duda se vuelven prácticamente un paso ineludible que rompe con la espontaneidad de los “felices”. Y es que está tan venida a menos la felicidad, que se la ha estandarizado con una sensación de bienestar, reducida a simples placeres momentáneos ocasionados por los sucedáneos o por el goce causado por una persona, situación o cosa, en determinado tiempo.

Pero más allá de esa seudo felicidad a la que todos llegamos, encontramos esa nostalgia de infinito que solo la verdadera felicidad puede saciar. Aquella universalidad, permanencia, inalienabilidad e infinidad que hace de ella un sentimiento único e inexplorado y que solo puede ser descubierta en un lugar, en lo más profundo de nuestro ser, porque es allí dónde ha sido inscrita desde antes de que naciéramos. Sin embargo, no es sencillo atreverse a buscar ese lugar profundo, es por eso que muchos la buscan en los lugares que el mundo propone -distorsionada realidad en la que vivimos envueltos, que pocos logran diferenciar debido a la “contaminación” a la cuál estamos expuestos desde que empezamos a tener uso de razón- y que nos plantea un horizonte hacia el cual proyectarnos y nos augura un supuesto futuro esperanzador pero que en realidad nos conduce a un abismo de vacío, inseguridad, temor, tristeza, frustración e infelicidad, en el que poco a poco, todo lo que nos hacía felices se convierte en un pozo sin fondo.

No sería ilógico cuestionar el hecho del sufrimiento en el mundo, las guerras, abortos, muertes y asesinatos que a diario vemos y ante la cual hemos perdido la capacidad de sentir dolor, clara manifestación de que hemos caído en ese pozo que es producto de nuestra alma contaminada. Pero tampoco sería ilógico buscar, entonces, de dónde proviene aquella felicidad real, capaz de transformar vidas y colmar de paz, en su estado más puro, a aquellos que la encuentran.

Si eres de aquellos que sienten ese anhelo de ir más allá de lo que el mundo plantea, de buscar en los orígenes mismos de nuestra alma el momento exacto en que esa ruptura nos alejó de nuestro llamado a ser felices por siempre, entonces debes saber que todos somos llamados a serlo, sin excepción, pero no todos somos capaces de ser felices porque somos prisioneros, esclavos de nuestra propia realidad, creada en nuestro inferior razonar, adaptada y aceptada como un modelo de vida correcto e intachable; de nuestra errada visión de la felicidad temporal de la que tanto nos gozamos y a la que tanto perseguimos en nuestro diario vivir. He aquí la raíz de nuestra infeliz felicidad, he aquí la razón por la que nuestra vida se ha perdido en el camino: soberbia, egoísmo y vanidad -trío de traicioneras-, que nos disponen a pagar un alto precio por nuestra insensatez, por no mirar de frente a aquel que nos ofrece vivir, de verdad, en la verdad. Aquel que se ha entregado a sí mismo con tal de que podamos verlo y saciarnos en él. Aquel que nos enseña a amar nuestra realidad, en alegrías y dolor, en bonanza y austeridad, en el alba y el ocaso de nuestra jornada. Porque es éste el secreto para alcanzar la felicidad en todo su esplendor, el rodearnos de la paz que solo él nos da, de su amor y aprender a amar todo lo que él, sabio y misericordioso, nos regala generosamente para nuestro propio bien y purificación. Cuando nuestro corazón, cuerpo, mente y espíritu haya entendido y aceptado que él es el único medio para llegar a la felicidad, seremos felices de verdad.

¿Ya sabes quién es él? Él es Jesús, Dios.

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