Amín es un jóven soñador. Trabaja con su padre construyendo embarcaciones de vela. No entiende mucho de navegación pero lo que si entiende es que su mayor sueño es cruzar el océano y descubrir todo lo que su inmensidad le pueda enseñar. Ama el mar y lo cautiva su riqueza y su color de tono azul índigo. "Algún día cumpliré mi sueño de ser el primer hombre en cruzar el océano en un barco velero" le decía a su padre, mientras se trepaba en la proa de las embarcaciones, empuñaba en su mano derecha una tira de madera -que desenvainaba como espada- hinchaba su pecho lleno de sueños y mostraba la radiante expresión de triunfo en su rostro. Su viejo y sabio padre lo escuchaba con orgullo y sonreía al ver la audacia de su hijo soñador.
Amín pasaba los días de su infancia entre embarcaciones de vela y sus sueños. Esta rutinaria y exigente vida hubiese sido para otro niño una tarea complicada y obligatoria, sin embargo para Amín era una aventura nueva cada día. Aunque al principio le costó mucho acostumbrarse al arduo esfuerzo físico, a las herramientas rústicas, al no saber qué hacer con todo lo que disponía para su trabajo. Amín tuvo que soportar el dolor que le causaban las ampollas en sus pequeñas manos, los golpes que se propiciaba por su falta de pericia con las herramientas, las astillas y el calor abrasador de medio día, pero a pesar de ello, nunca se detuvo. Poco a poco aprendió a superar el dolor y se volvió diestro y hábil en su trabajo.
Después de varios años, su trabajo seguía igual pero él ya no, para ese entonces, Amín había aprendido a amar lo que hacía -sobre todo porque su sueño de cruzar el océano seguía siendo su meta y no pararía hasta volverlo realidad- descubrió que tenía muchas capacidades y habilidades y las ponía todas en práctica. El pequeño soñador se había convertido ya en un hombre joven y trabajador reconocido en la comarca donde habitaba junto con su padre -quien además era su amigo, consejero y maestro- era feliz y se sentía seguro de su vida pues sabía que tenía todo lo que necesitaba y que el día de convertir su sueño en realidad estaba más cerca. Todo marchaba bien, hasta que, de repente, su padre enfermó y en cuestión de días murió.
Amín se enfrentó ante una gran pérdida, su felicidad y seguridad desaparecieron. La tristeza por la partida inesperada de su padre le quitó toda esperanza de vida. Caminaba durante horas por la orilla del mar preguntándose cómo era posible que en tan poco tiempo todo pueda cambiar y de cómo su mundo se derrumbó y por qué no era capaz de levantarse. Su alma estaba doblegada por el dolor y la angustia. Poco o nada sirven sus capacidades y habilidades pues ya no es capaz de direccionarlas. El sueño de cruzar el océano ya no existe, todo lo que experimenta es como una pesadilla. Camina en círculos y no encuentra paz -"De nada sirve esforzarme si he de morir", pensaba- Amín ha perdido su fe, lo ha perdido todo.
Pasaron los meses y Amín decidió salir adelante. Dejó de lado todo su pasado: su trabajo, su sueño de cruzar el mar, se mudó de ciudad y conoció nuevas personas; al no saber qué hacer con su vida, prefirió empezar de nuevo, lejos de su pueblo natal y borró de su memoria todo recuerdo, como quien quiere dejar de ser quien es y pretender ser alguien mas. En el pueblo, muchos se preguntaban qué fue lo que pasó. Nadie tuvo una respuesta certera. Con el pasar del tiempo, ya nadie se preguntaba por él, al perder su fe, perdió su propia historia en el libro de la vida.
Para reflexionar:
Amín, de ser alguien -muy querido en su pueblo, reconocido por sus talentos, su don de gente y su sueño ed cruzar el mar- pasó a ser nada, simplemente un nombre más en la lista del olvido. ¿Es justo, acaso, echar a perder un cúmulo de virtudes y un futuro esperanzador simplemente por no sobrellevar el dolor? ¿De qué sirve construir una vida llena si al final no habrá valido la pena? ¿Es real el amor que decimos tener por nuestros sueños y por nuestra existencia? Estas preguntas pueden sonar bastante trilladas pero, en este instante, es necesario buscarles respuesta, ya no para la historia inconclusa de Amín, sino, dejar que esta historia trascienda a tu propia vida y descubrir las veces que has optado por el camino más sencillo, cuando has tenido que enfrentar situaciones de dolor, de tristeza, de soledad, de angustia. ¿Crees que en realidad es más sencillo dejarlo todo de lado y volver a empezar? La ingenuidad es un defecto ambiguo, se disfraza de inocencia y solo se manifiesta después de que has cometido errores "pensando en que hacías el bien". Valora quién eres, lo que tienes y sal a enfrentar el día a día con la plena consigna de que existe por algo y para algo. No seas ingenuo sino sensato, acepta y acoge con amor y generosidad lo que te ha de ocurrir. Mantente en pie y busca siempre cultivar lo único que ha de servirte de aquí a la eternidad, la FE.
Reflexiona un poco, acerca de cuántas veces lo has perdido todo pero te has vuelto a poner en pie. Piensa, también, en cuáles fueron los factores determinantes que te permitieron tomar las decisiones correctas en los momentos más difíciles. Estoy seguro de que, al hacerlo, descubrirás que hiciste lo correcto -que tuviste el valor de perseverar y luchar por tus sueños y anhelos- solamente cuando se cumplió una única condición:
lo perdiste todo, excepto tu FE.
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