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¿Miedo yo? ¡Jamás!

Conocer personas es un paso que ninguno de nosotros puede saltar; ya sea en la niñez, adolescencia o juventud, estamos rodeados de un entorno que exige contacto y, en consecuencia, mostrar quienes somos. Aunque estamos habituados a la frecuencia de este protocolo, el hombre es cada vez menos capaz de mostrarse y darse a los demás. Entonces, si el entorno exige que me muestre, ¿por qué no tengo esa predisposición a hacerlo?

Esta pregunta ha dado vueltas en mi cabeza desde hace mucho tiempo y ante la inminente necesidad de respuesta, me vi forzado a indagar primero en mí mismo por una razón. Finalmente encontré una posible razón. Ahora, era tiempo de validar y fue así como empecé a tomar "muestras" de las personas a mi alrededor —pasé de los cercanos a los desconocidos—y empecé a notar que de entre todas las posibles causas, había una era común en todos los sujetos: a pesar de las exigencias actuales de mostrar quienes somos, no somos capaces de hacerlo porque tenemos miedo.

¿Miedo? —se preguntarán algunos—, sí, miedo. Y como factor común noté que no muchos hablan de este sentimiento y los que lo hacen, lo dicen con ligereza, como si hablasen de cualquier cosa sin importancia. Fue así que vinieron mas preguntas a mi mente: ¿qué es el miedo? ¿por qué tendría miedo yo? Si es cierto esto, ¿a qué le tengo miedo? ¿cómo puedo superarlo? 

Míralo de cerca

El miedo es una de esas sensaciones incómodas que todos sentimos y que compartimos con la mayoría del mundo animal. El diccionario de la RAE lo define así: (1) perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño imaginario; (2) recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. 

De su significado, son llamativos estos elementos: "riesgo imaginario", lo cual quiere decir que es algo que solo ha sucedido en la mente, no en la realidad. Este factor, con una buena carga subjetiva puede convertirse en una pequeña piedra de río o una gigantesca muralla, todo depende del esquema mental de juicio del individuo. Y, "contrario a lo que se desea", es decir, que la voluntad y propio deseo juega un papel central dentro de los detonantes del miedo en sí. 

La razón mental —y sus experiencias pasadas— junto con la voluntad son parte de nuestro ser; por ende, de forma directa o indirecta, todos padecemos las consecuencias del miedo en la vida diaria y es mejor reconocerlo de forma consciente para poder descubrir sus orígenes, enfrentarlo y superarlo.

Mírate de cerca

Dependiendo de la circunstancia, muchas veces descubres que el miedo te llevó a tomar decisiones rápidas y acertadas, mientras que en otras ocasiones descubres que el miedo te paralizó o reaccionaste de una forma que considerarías improbable. A veces notarás que la misma situación genera diferentes reacciones. 

Lo más fácil será pensar que el miedo es un estímulo que te vuelve impredecible y que no te queda mas que esperar para saber cómo desemboca, pero esto no es tan así. Para tener mayor control sobre el miedo es necesario alcanzar, de a poco, conocimiento personal. Recuerda que tu experiencia de vida y tu voluntad juegan un papel importante a la hora de sentir miedo y la única manera de superarlo en sentarte contigo mismo a encontrar qué fue aquello que lo causó y, posterior a una situación dada, descubrir cuál fue el agente detonante, cuál fue la reacción que produjo y dibujar nuevos escenarios mentales con las diferentes opciones de respuesta que consideres mejor, según la situación. 

Insisto, lo mas importante en este momento, no son los finales felices que puedas ponerle a tus miedos, sino el ser consciente de que si no empiezas a conocer quién eres, a sentar tus principios morales de vida y sobre todo a mirar tu historia como tal —es decir, como algo que ya pasó— serás esclavo permanente de esta instintiva sensación de angustia y soledad.

¿Miedo yo? ¡Jamás!

La historia de la humanidad nos ha mostrado grandes y memorables hazañas de bien; y, tragedias de magnitud mundial y de dolor. Podría decir que las primeras han sido mucho mas que las últimas, aunque pareciera lo contrario. Nuestro cerebro es una dispositivo de almacenamiento infinito y por instinto, como civilización hemos tenido que aprender a cuidarnos de los peligros que nos acechan para 
salvaguardar la existencia. Sin embargo, hemos olvidado también descubrir aquellos elementos que nos garantizan el sentido y razón de nuestra vida. Esto ha causado un estilo de vida con desasosiego y todos hemos caído en la trampa de la desconfianza y el temor, haciendo que mientras mas avance el hombre en la modernidad, mas retroceda en humanidad. 

Esa experiencia de intranquilidad requiere que el individuo se muestre como un sujeto valiente, difícil de vencer, sin miedos; mientras que la vida cotidiana nos hace enfrentarnos al miedo y sus consecuencias diariamente. Esta incongruencia entre lo que creemos vivir y lo que debemos vivir nos desorienta, y una vez perdido el norte, todo lo que venga a continuación tiene altísimas probabilidades de mantenerse tergiversado y perdido.

En consecuencia, el miedo de mostrarse ya no solo es exterior sino también interior. El hombre se declara auto suficiente y se enorgullece de no tener miedos. Muchos se vanaglorian de su pseudo-valentía que no es otra cosa que una máscara que pretende —por ponerle un ejemplo gráfico— disfrazar a un ratón de elefante. El hombre enmascarado ahora es incapaz de mostrarse a sí mismo y de reconocer que tiene miedos, que siente, que sufre, que anhela, que sueña, que ama. Tan solo ve de sí mismo lo que quiere o conviene y así, mermado y pobre, se muestra y da a los demás. En estas condiciones se vuelve ególatra y cerrado, soberbio y altivo, miedoso y solitario, capaz de todo pero perdido.

Un nuevo norte

Aunque suene ilógico todo esto, el miedo, efectivamente, es necesario para garantizar nuestra supervivencia, siempre y cuando sea entendido en su recto significado. Es preciso, descubrir en el miedo un estímulo que nos de las agallas para romper las ataduras del pasado y nos catapulte hacia el futuro con esperanza y valor. 

Sí, es cierto que en la historia de la humanidad hemos visto a muchos cometer crímenes atroces; y que en nuestra propia vida, muchos que consideramos cercanos nos fallaron y nos causaron mucho sufrimiento y dolor. Pero también es cierto que millones de personas han causado bienes muchos mayores y mas trascendentales que también han sido de magnitud mundial pero que —por alguna razón que no logro comprender— no somos capaces de retener en nuestra memoria colectiva. Así mismo en tu vida, hay muchas personas que han hecho cosas buenas por ti y otras tantas que quieren hacer cosas mejores por ti, mas, por aquellos pocos que te fallaron, ahora te ves imposibilitado de mostrarte y darte a un mañana diferente, mejor.

La única manera de superar el miedo es reconocerlo y para ello debes descubrirte a ti mismo y el valor que como hijo de Dios tienes —para Él y para toda la humanidad—. Es importante que reconozcas que eres un ser creado para el encuentro y que necesitas amar y ser amado para poder realizarte y ser feliz. Y precisamente, por miedo, puedes estar perdiéndote de esta gran oportunidad que vale mil veces la pena.

Si enfocas tu voluntad y diriges tu vida con prudencia, el miedo te ayudará a dar pasos con madurez y aprenderás que equivocarse y fallar no es tan malo como dicen y entenderás que cada vez que atravieses tus miedos irás descubriendo en ti una fuerza que te impulse a alcanzar nuevas y mayores logros a lo largo de tu vida.





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