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No ha sido miedo... ha faltado un renglón.

Para empezar, es preciso saber que, según su definición, miedo es la angustia por un riesgo o daño real o imaginario; recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. Es una palabra heredada del latín “metus”.

De su definición, hago referencia a aquella parte que refiere a la aprensión a que suceda algo contrario a lo que se desea. Entonces, si aspiro a enfrentar el miedo de mejor manera, cabe la pregunta: ¿Qué deseo?

Por definición, desear es tener una persona interés o apetencia por conseguir la posesión o la realización de una cosa; querer determinada cosa, generalmente buena, para alguien.  Al asocia términos, encuentro que el deseo es un anhelo manifestado de un individuo y el miedo sería la reacción consecuente ante la posibilidad de que ese anhelo no se cumpla. Deseo y miedo parecieran ser dos compañeras de viaje. Esta planteamiento me abre otra interrogante: ¿Qué otro compañero va en este viaje? Y si existe, ¿Dónde está? Volviendo al punto de partida en el que un deseo salta a la mente, debe haber también valor, valentía, que incluso debería ser la primera respuesta inconsciente, para hacer frente a los desafíos y exigencias que aquel deseo supone. Sin embargo, y hablo puntualmente de mi propio caso, esta reacción no es parte del viaje, al menos no de forma consciente, ¿o sí?

Esta respuesta será propuesta desde su definición respecto solo desde la cualidad personal “valor”. Refiere al grado de utilidad o aptitud de las cosas para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite; alcance de significación o importancia de una cosa, acción, palabra o frase; subsistencia o firmeza de algún acto; fuerza, actividad, eficacia o virtud de las cosas para producir efectos; cualidad del ánimo, que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros, denotando osadía y hasta desvergüenza; persona que posee o se le atribuye cualidades positivas para desarrollar una determinada actividad. De estas definiciones, llama la atención las palabras: aptitud, significación, fuerza, arrostrar peligros y cualidades positivas. Tras hacer una auto reflexión, encuentro que su significado no es nuevo, incluso es frecuente en el trato con los demás; aunque menos frecuente en el trato intrapersonal. Entonces, relacionando términos y ampliando la relación anterior: el deseo es un anhelo manifestado de un individuo que se arrostra empleando y desarrollando la fuerza propia y aptitudes necesarias para conseguirlo; o se asume el miedo ante la posibilidad de que ese anhelo no se cumpla.

Este reglón intermedio es el polizón en el viaje de la vida e, indiscutiblemente, cambia por completo el panorama cada vez que se enfrenta o reacciona con miedo. El elemento secreto es la “libre opción” que cada situación nueva ofrece: se encara con valor o con miedo, cada persona ha de elegir el camino que considere conveniente pues los dos son caminos transitables, salvando las marcadas diferencias; mientras que el camino del miedo implica angustia, ansiedad, desasosiego, nerviosismo, zozobra, y muchas más emociones estresantes, el camino del valor y valentía genera valentía, arrojo, audacia, astucia, fuerza y muchas más emociones motivantes. Por supuesto, es común que estás dos opciones coexistan en el interior de la mente, muy bien graficada en la parábola del viejo cherokee que está enseñando a su nieto sobre la vida: “Hay una lucha dentro de mí” cuya moraleja habla dos lobos que representan al bien y al mal cohabitando y luchando dentro de cada individuo y cuyo ganador dependerá de a qué lobo se elija alimentar.

Este renglón nuevo, el del valor, conviene insertarlo en nuestra mente y la de cada persona, en todo ámbito: personal, familiar, académico, laboral, etc. Como recurso personal permite una expansión general desde la calma y la resiliencia; como herramienta profesional, da recursos para potenciar el talento en cada miembro del equipo de trabajo.

Esta es una invitación a vivir en valentía, a elegir e intentar nuevos caminos que, aunque conocido desde la teoría, queda mucho por implementar en la práctica. Oportunidades de crecimiento siempre habrá, oportunidades para alimentar a unos de los dos lobos que cohabitan en cada ser, también. Esta tarea inicia en cada quien y habrá que replicarse en todo ámbito persona y profesional, en los niños y luego con los adultos. Hay que aprender a elegir bien, a vivir mejor y con sosiego. Hay que hacerlo ya.

¡Buen viaje!

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