La vida es como una montaña rusa. Su travesía está llena de ciclos: infancia, adolescencia, adultez, senectud. Cada ciclo está lleno de emociones y sensaciones: alegrías, tristezas, caídas, levantadas. Cada emoción depende de la actitud con que la vivimos: será el viaje más emocionante o el más espantoso. El viaje puede darse de dos formas: con los ojos abiertos para admirarnos de todo lo que sucede o con los ojos cerrados sin ver nada a nuestro alrededor.
Me cuestiona mucho la forma en que vivimos la vida. Al igual que una montaña rusa, muchos la ven desde lejos y nunca se atreven a vivirla, a plenitud, en Dios. Prefieren vivir temerosos y distantes porque saben que al hacerlo tendrán que aprender a tomar decisiones, a enfrentarlas y a asumir sus consecuencias. Saben que al inicio no serán capaces de mantener los ojos abiertos. Y no es para menos. El viaje, al comienzo, es lo suficientemente fuerte hasta para el más temerario. Su vida se convierte entonces en una mediocridad, viviendo conforme se aspira, basado en intereses infructuosos y superfluos: dinero, títulos académicos, puestos de trabajo, orgullo, vanidad, soberbia, dueños de "la verdad", petulancia, arrogancia, cerrazón, soledad, frustración, etc. Se pasan el tiempo mirando a lo lejos la montaña rusa y señalan con su dedo más largo todas y cada una de las expresiones de los que disfrutan del viaje. Se han vuelto tan incoherentes, que no retiran su mirada de lo que tanto critican y descalifican. Es que su viaje "emocionante" es ahora una zona sin luz, que transforma sus anhelos en una prisión fría y solitaria, que los mantiene "felices y seguros" por lo que han conseguido a lo largo de sus vidas sin entender que su verdadera valía radica en su dignidad de ser humano y de hijos de Dios.
Me cuestiona más, todavía, aquellos que deciden subirse a la montaña rusa. Son fuertes, decididos y valientes. Sin embargo, no son estos rasgos los que les motivan a iniciar el viaje. Ellos, al igual que el resto, un día fueron espectadores lejanos. Disfrutaron de muchas distracciones y de situaciones "igual de emocionantes" que las de vivir la experiencia del temerario juego, con la única diferencia de que ellos vieron su viaje terminado en un ciclo rutinario y al poco tiempo, sin emoción, para nada desafiante. Decidieron, entonces, ser más, a pesar del riesgo y las implicaciones. Decidieron emprender el viaje de sus vidas y mirar en la distancia la plenitud en la que se verán realizados integralmente. Y por supuesto que entienden que la travesía no será sencilla, sin embargo, se despojan de lo que no necesitan: el temor y el apego desmesurado a los placeres y al metal. Es todo. Lo demás que haga falta lo irán soltando conforme avancen en su recorrido. Como todo buen principiante, será en cada vuelta que perderán el miedo y poco a poco ganarán el conocimiento y la experiencia suficiente para abrir los ojos y capturar en su mente, cada instante vivido, que aunque rápido, serán los que les ayudarán, cada vez, a perfeccionar su manera de ver y vivir la vida.
Me cuestiona mucho más, todavía, verme, enhorabuena, dentro del grupo de los valientes. Sobretodo porque sé que no me he montado por mi libre albedrío sino porque he sido llamado a vivir esta aventura por alcanzar esa plenitud, al final del recorrido. Ahora, estoy rodando por la parte de la montaña que aún no logro entender y en la que muchas veces cierro mis ojos porque tengo miedo a caer. Ahora, me estoy despojando de otras cuantas cosas que no necesito. Ahora, estoy siendo cada vez más consciente de la velocidad del viaje, de cada instante y de su importancia en mi avanzar. Ahora, estoy experimentando el dolor bueno. Ahora, vuelvo a abrir mis ojos y empiezo a fijar mi mirada, con mayor intensidad, en Dios. Ahora, es cuando más estoy pidiendo por aquellos indecisos que no se animan a emprender el viaje, porque nos guste o no, el elegir vivir de verdad es la primera y más difícil decisión que debemos afrontar. El temor desaparece y la fe se acrecienta. Deja, pues, todo aquello que te impide iniciar tu recorrido hacia la plenitud y a descubrir quién eres de verdad. ¿Te animas a iniciar tu recorrido hacia Dios?
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