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El cuenta estrellas

- "1.981, 1.982, 1.983, 1.984, 1.985, 1.986, 1.987, 1.988..." El contar en secuencia ascendente, y que parecía no terminar, era todo lo que se escuchaba aquella noche de luna. Era una fría y solitaria noche, la luna brillaba; las estrellas decoraban el cielo de manera peculiar, pareciera como si danzaran, coquetas, apareciendo y desapareciendo, al oír a un hombre que mientras las contaba y, como si las conociera, las   señalaba con su dedo índice:
- 1.995, 1.996, 1.997, 1.998, 1.999, 2.000...
Curiosamente al completar un nuevo millar, la voz se detenía, hacía una ligera pausa, se escucha sonido, una nostálgica mezcla entre un suspiro y una sonrisa, para nuevamente retomar el conteo... 
- 2.001, 2.002, 2.003, 2.004, 2.005... 
Este extraño ritual sucedía cada noche de luna llena, cuando en su máximo esplandor, las nubes se disipaban y el firmamento ofrecía un espectáculo cautivante. En medio del silencio y tranquilidad de la noche, el contador se posaba sobre la hierba, sentado abrazaba sus rodilas -a veces se recostaba en el llano- y solo se ponía a contar hasta altas horas de la noche o hasta que las nubes, cubriendo el cielo, den por terminado el ritual. 

Una de esas noches, en medio del conteo tradicional -y casi ritual del contador-, se escuchó la voz de una estrella fugaz, que al ir de paso, no pudo evitar sorprenderse por el conteo del hombre en esa noche fría.
- 3.621, 3.622, 3.623, 3.624, 3.625, 3.6..
Llevada por la curiosidad, no tuvo más remedio que preguntar: - ¿Qué cuentas?-
- Las estrellas- respondió el contador, sin siquiera voltear a ver a quién se dirigía.
- ¿Las estrellas?
- Sí, pero si sigues hablándome no terminaré nunca
En ese instante la voz acalló, solo se escuchaba el contar y la brisa fría que corria elevando hojas secas por los aires. 
- 3.646, 3.647, 3.648, 3.649...
- ¿Sabías que no se puede contar las estrellas en el cielo?, somos infinitas- replicó la voz nuevamente, interrumpiendo al contador. ?El contador se detuvo en su contar, suspiró, rascó su ceja derecha. hizo una pausa,  y prosiguió: 
- 4.109, 4.110, 4.111, ...-
Cansado de contar y satisfecho por haber cumplido una vez mas con su tradicional ritual, el contador se acostó en la hierba, con sus piernas recogidas y puestas una sobre la otra, y tambaleaba una, de arriba hacia abajo. Al verlo plácidamente tendido, la voz insistió:
- Por qué nos dedicas tanto tiempo a las estrellas? No sabes, acaso, que viajamos por todo el universo y que posiblemente nunca verás a la misma estrella dos veces?
Con una sonrisa irónica, el contador respondió: 
- Las cuento porque son mis amigas, ellas salen a danzar para mí y yo me deleito al saber que todas estan conmigo... para mi fortuna, cada día son más las que vienen por mí. No sé si son las mismas o si son lejanas viajeras, solo sé que en el momento indicado, siempre están ahi, junto a mí, mostrándome su brillo y su titilar, y yo, las cuento para que sepan que yo estoy, aquí, para ellas.
- ¿Son tus amigas? ¿todas las estrellas? - le preguntó la fugaz con tono de incredulidad.
- Sí, lo son, todas las que están en el cielo - respondió orgulloso el contador de estrellas.
- Oh! cuánto me alegro por tí, es bueno tener tantos amigos como estrellas - le dijo y continuó diciendo -supongo que en la tierra debes tener también muchos amigos con quien contar-
- Claro, que no, no tengo amigos en la tierra.
- ¿Cómo puede ser eso posible, alguien que busque tener tantos amigos como estrellas debería tener muchos amigos?
- Los tengo, pero no en la tierra, acá abajo no existen los amigos.
La estrella fugaz ya no viajaba, estaba estática tratando de entender lo que el contador de estrellas decía.
- Pero yo viajo por toda la tierra y a mi me parece que hay muchos, los he visto sonreir, comer, bailar, jugar... están por doquier!
Al escuchar esto, la mirada del contador se perdió entre las estrellas y respondió:
- Eso que has visto no son amigos, son hoyos negros.
- ¿Cómo los que hay en el espacio? preguntó aún más intrigada la estrella, sin poder comprender lo que el contador decía.
- ¡Exacto! Las personas en la tierra no conocen la amistad, son como hoyos negros, cuando están distantes son muy atractivos, su belleza externa esconde lo que en realidad pueden hacer; cuando están cerca, atraen todo hacía sí, van devastando lo que encuentran a su paso y no dejan nada alrededor. 

La estrella fugaz estaba opacada por la confusión, conocía lo que son los hoyos negros pero no conocía a los hombres. El contador continuó:
- Los hombres en la tierra son algo parecido, de lejos, muestran sus mejores atuendos y sus modos, sus mayores logros, sus grandes conocimientos, incluso sus pertenencias. A lo lejos pareciera todo muy atractivo  pero cuando te acercas, te das cuenta de que están vacíos, al ver que alguien se les acerca y que puede ver en su interior, se asustan y huyen, víctimas del egoísmo y la vanidad, envueltos en gruesas capas de frustración y soledad, limitados por su parte negativa, terminan acabando con la posibilidad de entablar una amistad de verdad y se marchan a buscar espacios más grandes en los que todos los miren de lejos, sin nadie que se les acerque ni quiera ver en su interior.
Por eso yo elegí las estrellas, ellas entienden que su paso por el firmamento no será eterno, y cuando salen, se muestran para a todos, regalan a todo el mundo su brillo, no se detienen a lamentarse si se apagarán, mas bien, saben que existen, que su misión es acompañar a la luna, iluminar la noche y hacer que los hombres quedemos cautivados de su belleza, que no es propia sino que es el reflejo de la luz del Sol que las ilumine y las llena de su fulgor. Son mis amigas porque siempre están ahí, esperando que alguno que desee algo más que simples hoyos negros, salga a su encuentro y les de algo de tiempo y que las espere, que les de su amistad. Por eso yo les doy mi tiempo y dedicación, espero por ellas y salgo sin temor a decirles que estoy aquí, a contarlas, aunque no terminaré nunca, es la forma en las que les demuestro que no me olvido de ellas, que son parte de mi vida y que también les puedo dar lo que mejor sé hacer... contar.

- Es hermoso saber que estás ahí para mí, cuenta estrellas. Ahora, daré la vuelta por el universo, tal vez vuelva por estas tierras, tal vez no, pero debes saber que a donde quiera que vaya te irás conmigo, en mi memoria, en mi corazón. Y ahora, cuando emprenda nuevamente mi viaje, brillaré con más intensidad, me acercaré más al Sol y le pediré que me de más de su luz para llevarla a todos los hombres de la tierra en esas noches de mucha oscuridad. Y tú, mi pequeño amigo, aunque vivirás todos tus días en la tierra, serás para mí, la estrella que veré donde quiera que vaya y brillarás porque has sido capaz de mostrarme al mismo Sol que me ilumina a mí y que me ha observa desde su esplendor. Iré por todo el cielo diciendo que he encontrado en la tierra, una estrella que brilla y danza esperando encontrar una verdadera amistad.

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