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Analogía sobre la creación

Caminando por el malecón de Puerto Baquerizo Moreno, maravillado por la belleza natural del lugar, me detuve a observar la noche y la pequeña y solitaria ciudad. Estando un poco apartado, decidí apoyarme en los pasamanos de madera, en silencio. Percibí de pronto un sonido casi imperceptible  que era parte del paisaje natural. Estuve intentado descifrar de dónde provenía. Se trataba del sonido del agua que se filtraba entre las rocas volcánicas, al pie del malecón. Curioso fue al notar que unos pocos metros mas hacia el mar, habían construido un muro artificial hecho con costales llenos de arena. Su función es la de evitar que la fuerza del mar y la corriente golpeé contra el malecón. Había poca luz y el sonido, sin embargo armonizaba con el producido por el reventar de las olas en la playa.

Reflexionaba en cómo el hombre buscando el bien ha puesto esa barrera artificial por delante de aquella barrera rocosa natural. Sin embargo, por más que el hombre intente detener al mar, el agua tiene que llegar a su punto final y reventar cerca del muelle. Intentaba y no lograba distinguir el paso del agua entre las piedras, solo percibía el sonido que hacía a su paso. De pronto comencé a percibir movimiento. Cangrejos por doquier! Eran muchos, de diferentes colores y tamaños. En las piedras, una fina capa verde de algas realzaban el color negro natural. Un pelícano con sus alas desplegadas pasó volando frente a mí y se posó allí donde yo observaba y reflexionaba. Sentí el viento que me envolvía y erizaba mi piel. La brisa marina era más fría de lo que me hubiera gustado. Lo que presenciaba: en el mar, botes, lanchas y yates que flotaban como danzando en armonía con el resto del hermoso paisaje, que ya no solo era visual sino también auditivo y sensorial.

En medio de todo este natural espectáculo que se llevaba a cabo ante mí, vino a mí esta analogía que hoy comparto contigo. Resulta que ahí mismo en Galápagos había estado en áreas de similares características a la de ese muelle pero no había notado la belleza que he descrito. Me preguntaba por qué y descubrí que el elemento desencadenante fue el silencio. El cansancio de un agitado día ayudó mucho a que entre en esta mística dinámica interior. 

Al observar la barrera natural veía al hombre. Veía la inmensidad y fuerza del mar, que simboliza a Dios. La barrera artificial hecha con costales de arena me hacía pensar en la forma en cómo el hombre buscando protegerse, también pone obstáculos a Dios. Por un momento pensé en lo inmenso, profundo y fuerte que es el mar y sentí la necesidad también de ponerme a buen recaudo. Entendí que al mirar solo una parte de Dios, es natural sentir miedo, entendí que sino armonizo, contrasto. Que no lo conozco como verdaderamente es, descubrí que le temo a lo que Él quiera hacer conmigo pues no entiendo ni veo lo que Él ve. Pensaba en que las principales barreras que pongo antes de Dios no están hechas de arena sino de soberbia, de deseo de hacer mis propios planes (excluyendo a Dios), de mis pensamientos, de mis resentimientos, de mis temores, de mi falta de fe. Veía hasta ese entonces un panorama un tanto desesperanzador. 

Aguardé un poco y decidí no preocuparme sino disfrutar de lo que sucedía frente a mí. En ese momento el sonido del agua que se filtraba llamó muy fuertemente mi atención. Ese era precisamente el elemento que, por temor, no había logrado apreciar. Me sorprendía ver como todo ese inmenso muro artificial no evitaba por completo el paso del agua que buscaba entrar y atravesar el barranco de rocas. En ese traspasar veía la gracia de Dios. Descubría que por más que intente bloquear su paso, Él se encargaba de, naturalmente, entrar. Pensaba en cuántas veces esa agua ha inundado mi duro corazón de piedra que se niega a dejarse transformar. La experiencia vivida en ese momento fue de paz interior. Esa agua que se filtraba y completa su recorrido era la causante de la vida, los cangrejos y el pelícano me hablaban de la vida que nace por la acción del agua que toca constantemente las piedras. Experimenté la alegría de saberme alcanzado por la gracia de Dios y agradecido porque no importa cuántas barreras ponga en el camino, el Señor siempre encuentra la manera de traspasar éste, mi endurecido corazón y convertirlo en vida, que en primera instancia es para mí, pero que si me dejo alcanzar por su amor y me dejo transformar, lograré la única vida que vale la pena: la vida eterna.

Luego, con la sensación de haber entendido lo que Dios me quiso decir, elevé la mirada y ahí estaba, toda una sinfonía de luces, oscuridad, naturaleza y sonidos, que se fundían en la más bella composición hecha por Dios para mí y para todos: La Creación!

Esa creación que ha sido creada para nosotros, para ser felices y a pesar de los insistentes errores y negaciones, ahí está esa gracia que se empeña por alcanzar y transformar. Así también, descubrí la grandeza del amor de Dios, que no tuvo reparos en crear algo maravilloso y perfecto para nosotros, seres imperfectos. Una creación y una analogía que solo encuentran una razón: el amor de DIOS.


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